Los mitos de los celos

Experimentar los celos resulta complejo por sí mismo, pero puede ser tan difícil y problemático, dependiendo de las creencias que tengamos sobre ellos y las relaciones amorosas, puesto que esto determina la manera de gestionarlos individualmente y con la pareja.


Comencemos por comprender qué son los celos: se trata de la sospecha y el temor de que el ser amado desplace su cariño hacia una tercera persona. De esta manera, podemos ver que no solo se trata de una emoción, sino de ideas y pensamientos ante una situación en particular.


La sola descripción nos remite a una experiencia que resulta dolorosa, pero paradójicamente es usual encontrarnos con el mito de que sentir celos es un signo de amor, y más aún, que son deseables para saber que nuestra pareja realmente nos ama.


Tal creencia no puede estar más equivocada, puesto que los celos no son una prueba de nada, mucho menos de amor “verdadero”. Pensar que la pareja puede desplazar su amor hacia una tercera persona y tener una reacción emocional a esa idea, simplemente es algo que ocurre, la sospecha puede surgir de lo imaginario o por un problema real, pero el malestar no es síntoma de amor, sino de inseguridad personal o por problemas en la dinámica de la relación.


Los peligros del mito de los celos como signo de amor son realizar acciones para generarlos en la pareja, causando constantemente resentimiento, puesto que el enojo y la desconfianza no se sienten solo por la tercera persona, sino hacia la propia pareja; y, no menos importante, se llegan a justificar la manipulación, el control y la violencia como formas legítimas de relacionarse.


En contraparte, otra creencia que también es nociva es la de que los celos son malos y se es mala pareja por sentirlos. Aunque podemos trabajar sobre nuestras creencias y seguridad personal para reducir la posibilidad de experimentarlos, una vez que los sentimos no podemos hacer nada para evadirlos, así que reprimirlos y culparnos por ello no solo no ayudará, sino que traerá mayor frustración con uno mismo y posiblemente también con la pareja.


Es así que podemos decir que los celos no son buenos ni malos. El temor es una respuesta biológica frente a un peligro presente, real e inminente a nuestro bienestar físico o psicológico. Es por ello que en los celos el miedo se produce ante una situación de evidente riesgo, como una infidelidad consumada o de que sea altamente probable e inmediato que suceda; lo que es muy diferente a la emoción del miedo, que se puede producir ante la idea de que la pareja desplace sus emociones y deseos a otra persona, pero que en realidad no esté ocurriendo.


Al tener una visión realista de lo que es probable que suceda y tener claro cuando es solo imaginario, es que los celos pueden gestionarse de forma sana. Es cuando la idea se da por hecho que surgen los celos patológicos, y con ellos, pensamientos y conductas obsesivas, controladoras, manipuladoras y violentas.


Por esto es que resulta importante analizar y reflexionar acerca de las creencias que tenemos sobre los celos, pues eso nos ayudará a tener una visión realista que nos facilitará el gestionarlos e incluso disminuirlos, lo que traerá consigo mayor tranquilidad, confianza y disfrute en las relaciones amorosas.


Si este proceso es particularmente vulnerable y difícil, será de ayuda consultar con profesionales en psicología que ayudarán a facilitar el cambio de creencias y actitudes frente a los celos.


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